Pequeño glosario: Fetichismo (fetichismo de la mercancía)

Este concepto se origina en la crítica de la religión del siglo XVIII y se considera una característica esencial de las religiones “primitivas”. Se basa en las observaciones de los colonos portugueses en África y sirvió para designar una creencia que imagina en objetos muertos un alma y fuerzas sobrenaturales. Marx, irónicamente, refirió este concepto a la moderna sociedad productora de mercancías, que está sujeta a un fetichismo similar en la forma-dinero y su movimiento de explotación en las empresas. Así, el concepto se ha convertido en algo habitual en la crítica de la lógica de la mercancía, a pesar de ser, en rigor, demasiado general. En el fondo, Marx no quiere enfatizar el hecho de que, en general, se les puede atribuir a los objetos fuerzas sobrenaturales que no tienen nada que ver con su existencia natural, sino más bien caracterizar un estado social en el que la sociedad no es consciente de sí misma, no penetra ni organiza directamente en la práctica su propia forma de socialización , sino que tiene que “representarla” simbólicamente en un objeto externo. Este objeto (que también puede ser animado) asume entonces un significado sobrenatural que no es idéntico a su forma externa, sino que aparece a través de esta. En virtud de este significado adquiere, a pesar de su banalidad material, el poder sobre todos los miembros de esta sociedad. Un etnólogo tal vez diría que el tótem sería una analogía más apropiada. En los modos de producción asiáticos, el Hijo del Cielo o el Emperador Divino asume esta función y en el feudalismo, el suelo. El dinero, como una de las muchas formas de fetichismo, existe en todas esas sociedades, pero todavía no tiene la función general de representar la socialización inconsciente, que adopta otras formas. Solo en la modernidad el dinero asume definitivamente esta función. Por lo tanto, puede denominarse como totemismo objetivo y secularizado de la modernidad. No es casualidad que tenga sus raíces en el reino sagrado, un hecho que casi siempre resaltan los apologistas del moderno sistema de producción de mercancías sin reflexionar en lo que están diciendo con esto. Solo en relación con su crítica del fetiche de la mercancía y su forma de manifestación, como dinero, podemos entender por qué para Marx la modernidad sigue formando parte de la “prehistoria de la humanidad”. Porque hay que decir, en una inversión de esa perspectiva etnológica que se niega a llamar “primitiva” a las culturas antiguas y a los pueblos incivilizados, que también el sistema de producción de mercancías de la modernidad sigue siendo una sociedad primitiva.

(R. Kurz en El colapso de la modernización)