El ir, o la búsqueda del ideal, de lo que creemos que es mejor, nos da la sensación de que estamos progresando, de que estamos avanzando hacia un mundo mejor. Pero este movimiento no es un movimiento en absoluto porque el fin se ha proyectado a partir de nuestra miseria, confusión, codicia y envidia. Así que este fin, que se supone que es lo contrario de lo que es, es realmente lo mismo que lo que es, es engendrado por lo que es. Por lo tanto, crea el conflicto entre lo que es y lo que debería ser. Aquí es donde surge nuestra confusión y conflicto básicos. El final no está allí, al otro lado del muro; el principio y el final están aquí.
Krishnamurti
La etimología de la palabra crisis nos indica que se trata del punto decisivo en el progreso de una enfermedad, ahí donde las cosas mejoran o empeoran. El término proviene de krinein que significa “separar, decidir, juzgar”. Este momento, entonces, se trata de un punto culminante: ha llegado la hora de hacerle el juicio final a la civilización mercantil. Ahora bien, aunque queda más o menos claro qué significaría que “las cosas empeoren”, no lo es tanto qué implicaría que mejoraran. Es evidente, sin embargo, que un retorno a la vieja apariencia de la supervivencia solo serviría para extender tortuosamente las condiciones que produjeron la crisis en primer lugar. La imaginación sometida al condicionamiento patriarcal capitalista es estrecha.